”Creí que sería más fácil culparte a ti…” Esas palabras se quedaron dando vueltas en su cabeza como un disco de vinilo. Émeric había seguido hablando, pero Ludvik lo escuchaba más lejano que nunca. Tal vez no se trataba de las palabras en esencia, sino de lo que le hacían sentir. Era como abrir un baúl que había escondido en un rinconcito oscuro de la memoria, uno que se había propuesto no visitar nunca más. Sin embargo, allí estaba, trayendo a la piel esa oleada de exasperación, los alfileres en el pecho y una culpa que no le pertenecía. Esas razones que le obligaban a tragarse cualquier cosa que sintiera; a no emitir una sola sola palabra en contra y a desviar la mirada, cuidando no establecer contacto visual que pudiera revelar algo. Todo en orden de proteger los sentimientos ajenos, porque no recordaba un momento en que hubiera decidido poner los propios como imperativo y aquel estaba a millas de ser la excepción. Estaba seguro de que fueron sólo un par de minutos, pero Ludvik los sintió como una infinidad. Tiempo suficiente para darse cuenta de que en realidad conocía el sentimiento. Recordaba una tarde nublada, el frío por no llevar un suéter y el estar aceptando la culpa de todo lo que ella reprochaba, porque aquello era lo mejor que podía hacer. Aceptar la culpa por algo que se le había escapado de las manos, guardar silencio y hacer la promesa de que seguiría sin decir una sola palabra en el futuro. Incluso cuando ella trizaba el órgano entre sus pulmones, incluso cuando era nombrarlo como quien había arruinado todo y no le quedaba otra opción más que aceptar cargos que no le correspondían. Allí, junto a Émeric, estaba reviviendo esos sentimientos que detestaba con exageración. Mucho más cuando en esta realidad parecían multiplicarse como una tormenta en pleno invierno.
Y no supo cuánto tiempo estuvo en silencio, tragando cualquier mal sentir que pudiera ser un detonante para alguna frase hiriente. Estaba mirando sus zapatillas sucias, poniendo en práctica aquella teoría que alguna vez había escuchado por ahí y que hablaba sobre poner atención a lo menos relevante cuando se tiene que enfrentar una situación que de relevante lo tiene todo. Se sentía perdido en un mundo demasiado grande. “No…” Y lo tuvo que intentar de nuevo, levantando la mirada para encontrar ese rostro de angelito y un cielo francés que se veía excesivamente triste. Dejó que el aire llenara sus pulmones y luego lo expulsó sigilosamente. Entonces se acercó a Émeric para envolverlo en un abrazo cálido; una súplica a alguna fuerza superior que permitiera quedarse junto a él. No podía simplemente dejarlo ir. No esa anoche, no esa vida. “No importa que hayas—no importa.” Sus palabras llevaban el volumen suficiente para que sólo el francés pudiera oírlo. Su diestra viajó hasta el cabello castaño impropio para dejar caricias suaves. Un intento desesperado por calmar el caos. “No importa si por ahora tomas más de lo que puedes dar, Émeric. Puedes tomar todo de mi, todo. Yo—
Puedes romperme el corazón, no me importa, yo puedo soportar lo que sea, pero por favor no me dejes…” Interpuso un ápice de distancia para sostenerse del azul en los iris ajenos, mientras acunaba un lado de su rostro con la mano izquierda. “Yo—yo entiendo que la familia es mucho más importante y si decides… Yo voy a estar aquí siempre, esperando. Sólo no me borres de tu vida porque yo—” La molestia en su garganta no le permitió terminar de articular oraciones desesperadas. Y es que esas dos palabras que había dicho tanto el último tiempo ya no le parecían suficiente. Te amo, te amo, te amo. No me dejes, no me dejes, por favor… Lo observó a los ojos durante un par de segundos antes de inclinarse para juntar sus frentes. Sus párpados ocultaron el azul y su pulgar dejó caricias sutiles sobre la porcelana, al mismo tiempo en que pensaba que caricias y besos eran lo único que debían tocar esa piel. Y también pensó en cuánto lo amaba y en cuánto lo necesitaba. Y se acordó de todas las otras veces en que había llegado a la memoria esa advertencia de “ya no hay vuelta atrás”, la cual nunca tuvo intención de explorar en profundidad por ignorancia a su significado. Ahora lo tenía allí, entre las manos. Todavía era demasiado joven, pero en ese preciso momento estaba seguro de que sólo en otra vida le sería posible volver a sentir un amor como el que le tenía al muchachito de las pecas.
En una lista de
calificativos reinaba la negatividad con que observaba el reflejo de su
persona, réplicas de influyentes que al salir de labios familiares contaban con
la convicción y credibilidad que el francés necesitaba para distorsionar positivas
que, hasta ese entonces, asimilaba a su nombre. Así se encontraba de pie frente
a quien quería, permitiéndose ser ciego a un dolor que sus labios, culpables
por permitir que el corazón se comunicara, habían causado en el pilar más
fuerte. Quizá, debía culpar de la idealización que tenía en torno a la figura
del ruso, siempre viéndole como aquel que llevaba la piel como un chaleco
anti-balas que ni el más profundo pesar podía llegar a traspasar. Quizá, en su
cabeza, Ludvik se le hacía un ser tan perfecto que cuando la mente funcionaba
de manera parcial y sus labios soltaban balbuceos etílicos, no era necesario
ser precavido con qué podía o no afectar al masculino. Sin embargo, la lucidez
llegaba a momentos, como cuando el silencio se alargaba y las partes pocas de
sí que aún se mantenían de pie y consciente comenzaban a trabajar en una
interpretación. Y por alguna razón, les es fácil asumir que ha dicho algo malo.
Mierda, mierda. Esta vez la jodiste.
Peca de sincero y observa las cerámicas con ojos de cristal y una tela de
arrepentimiento, siente una pérdida, y entre la lista más reciente de estas,
figura a Ludvik como la única que realmente lamentaba. Émeric, desde edad
temprana, había destacado por tener o buscar una respuesta o solución a cada
incógnita. De la misma manera, había destacado por su carente habilidad para
tratar las palabras. Y es que conocía un sinfín de estas, así como una mente
tan brillante como la propia le permitía recordar; el problema llegaba cuando
estas se unían para formular una disculpa. Son ojos de desamparo y labios
fruncidos –para evitar la pena de un temblor- los que, por el mayor acto de
valentía, llegan a caer sobre personificación de vitalidad, tan apagada al
presente que por un momento se considera a sí mismo como una especie de virus
al cual Ludvik aún no ha desarrollado anticuerpos. ❛Te estoy
lastimando. ❜no necesita confirmación, lo puede
ver en la manera que cielos despejados se vuelven tormentosos en lo que buscan
suelo en vez de encontrar los propios, como la costumbre solía. Siente
vergüenza, por contaminar a un ser tan divino. Y entre ello, nacen las ganas de
golpear algo en un desquite. ¡No se
supone que las cosas sean así! Para
ese entonces, necesita un antígeno al dolor que amenaza con llevarse la última
parte de sí. Necesitaba un antígeno para Ludvik, algo que combatiera el daño
que le había causado con tan poco tiempo en su vida.
Mantiene el aliento
cuando el ruso da un paso al frente, por experiencia, la proximidad traía
respuestas físicas o un palabrerío hecho arma, y al venir de Ludvik –y aunque
no le creía capaz de lastimarlo físicamente, eso nunca, ni con un pétalo de
rosa o la espina de una misma.- no creía tener raíz suficiente a tierra como
para no colapsar en palabras amargas. Bien lo esperado no siempre es lo
recibido, la sorpresa a superficie cuando el otro da su veredicto. Es un abrazo, lo que Ludvik tanto demoró
en fabricar, acaparando el oxígeno de sus pulmones y confundiendo una mente que
ya había preparado a quien residía para recibir el abandono. Se siente ansioso,
con la aseguración de que no importaba, porque ¿cuánto tiempo para que sí
importara? ¿cuánto para que el otro se cansara de aquel caos? ¿y si sólo estaba
tapando el sol con la sombra de sus problemas? Quizá… quizá no era el tiempo adecuado, quizá en otro año. Quizá en otra vida gozaba la fortuna de
calificar de valiente, luchar por sus causas y no permitir que palabreen su
nombre ni manipulen su persona. Quizá en otra vida era Isaïe, y no Émeric. Yace
como un muñeco de trapo, con los brazos colgando a los costados como si en su
vida los abrazos no fuesen una constante. –tal vez no le fueron en su infancia,
pero sí en su presente.- Contiene el aire en sus pulmones hasta que sus
cabellos reciben una caricia, familiar, como mañanas flojas en donde el sol se
colaba por entre los visillos para hacerles acuerdo de que ya empezaba otro
día. Y en esas, había ocasiones en que alguno de los amantes se encontraba
despierto y trazando pequeñas figuras en porcelana ajena mientras esperaba a
que el otro despidiera a Morfeo y le encontrara en el mundo ajeno de los
sueños. Pero al presente, es el francés y sus brazos envolviendo el torso del
más alto los que buscan encontrar la fuerza para mantener en pie, soltando el
aire de los pulmones para ocultar el rostro en un pecho que hacían función de
refugio. Y no sabe el minuto exacto en que se quiebra, y es silencioso, como
cualquier lamento que podía sufrir el francés en su costumbre de guardarse las
cosas hasta el colapso, pero entre un puedes romperme el corazón y un no me
dejes las lágrimas han hecho visto ciego a la exigencia de Émeric por no caer,
y desafiando al azul, le abandonan para trazar un camino salido por sus
mejillas. Se prohíbe sollozar, al menos, por lo que llora en silencio hasta que
el menor le guía el rostro a un encuentro de cielos nublados, e inconsciente,
recarga contra el tacto de una caricia que sino hasta ese entonces no daba
cuenta de necesitar con tanto anhelo. Le calma el corazón cual antídoto, juntar
sus frentes y escuchar al muchachito de los lunares asegurar su presencia. Y es
patético, pero Ludvik y por una vez más logra exhibir su habilidad con las
palabras cuando recita una línea muy cercana a lo que Émeric necesitaba
escuchar para ese entonces. Se queda con un entiendo, y es suficiente con eso y
ninguna otra promesa. Así deja caer los parpados y aferra sus brazos con más
fuerza alrededor de Ludvik, hundido en su esencia y con la calma de la misma,
regulando una respiración tan pesada que simulaba el timbre utilizado en las
palabras con la fuerza en que se manifestaba de por medio. Y ladea el rostro
por buscar los labios impropio, un beso casto y con demasiada presión de por
medio, pero con la necesidad de asegurar una cosa, una fusión de un estoy aquí
y un gracias. Son apenas un par de segundos del tacto a su separación, la
manera en que deja caer su rostro y esconde del mismo en la cuna del cuello y
constelaciones del castaño.
Por un momento, aquel
abrazo y un silencio era todo lo que necesitaba para recomponerse. La calidez
conocida y el confort de sus brazos rodeándole de todo mal. Pero recuerda parte
del discurso de su amante y necesita aclarar lo que ha descubierto en los
últimos diez minutos, y a pesar de no contar con el don de la palabra ni un
discurso digno de agregar a novelas románticas de la era del romanticismo,
recurre a murmurar contra la piel de su cuello. ❛Lo que dijiste
sobre la importancia de la familia…❜parte con poca modulación ante el encierro de su voz. Toma distancia,
entonces, bien aunque aún se encuentra aferrado de Ludvik como si de ello le
dependiera la vida, aparta su rostro para observar en diagonal al ajeno. ❛Lo es. Pero… creo que,
creo que también es importante que la familia esté allí en…❜la garganta siente seca bien se anima a seguir. Porque no solo son
palabras de seguridad y confort para Ludvik, sino también para sí mismo. Estaba
seguro que, en alguna parte había leído que el decir las cosas en voz alta,
sobre todo una verdad, hacía sentir mejor tanto al corazón como la mente. ❛Se supone que
están allí para ti en momentos de mierda, no que los provocan. ❜¿y quién era Alexander para dictar su vida? ¿o sus tías para señalarle
con el dedo? Cada vez estaba más convencido que su situación actual no era más
que un mal necesario, porque ahora al menos sabía qué personas de su vida
estaban en esta por cortesía y cuales por cariño. Y era una mierda hablar así
de su familia, aun cuando siempre habían vivido lejos del término y las
costumbres que estas tenían, como confiar en el otro o mostrar preocupación,
pero en alguna parte de su mente y cuando apenas era un niño, se había creado
la idea de que a pesar de ser poco convencional seguían siendo una familia a su
propia manera. Ahora sabía que era normal para un niño inventar mentiras con el
fin de encontrar confort en ellas, y si por llamar familia se trataba, sólo
cuatro nombres se le venían a la cabeza, y dos ni siquiera compartían su
sangre. Una se encontraba de vacaciones lejos de aquel desastre. ¿El otro? El otro
hacía suficiente con mantenerlo en sus brazos. ❛Y necesito que
sepas que, entre tú y ellos no hay mucho que decidir. ❜suelta una mano prisionera para levar su zurda a acariciar la mejilla del
muchacho, arma valor y detiene la caricia en lo que hace espacio para una
confesión. ❛ Es claro
que estás por sobre ellos. Te elegí a ti.❜
#· ¨✭——— ⌜int┊émeric lefebvre.⌝ #basckctcase#ufffffffffffff #contesté dos lineas #sorry #intentaré escribir mas para la prox!!!! #es que me inspiran 0 !!!!
como que ya perdí todo el feeling en el roleplay que estoy and honestly, no sé ni que mierda hago allí but my lame ass siempre quiere estar en los grupales so here i am, quejandome al respecto like the bitter bitch that i am
Guarda sus falanges
entre hebras castañas, acariciando su nuca mientras representa su felicidad en
una sonrisa que bien refleja la que lleva su amante en el rostro. La confesión
termina en un suspiro y un alza de caderas por parte del francés, la
confirmación de lo evidente proyectando la necesidad de tener a Ludvik cerca, tan cerca bien tan insuficiente para
lo que su cuerpo reclama obtener. La sola idea de sentir vergüenza cuando hace
un rato habían pasado los cuarteles de esta se hacía humorística, más aún
cuando sus labios buscan los de Ludvik y cae en suspiros sobre ellos y la
fricción de sus cuerpos casi como si fuese suficiente, un vaivén constante que
imita el ritmo que seguirían sobre un acolchado y cuatro paredes. Su zurda
guarda calor sobre la guía que le han dado, siguiendo el movimiento en eso que
permite atraparle en su palma, esperando calma para dar lugar a su acción bien
encuentra movimiento por parte del de lunares, sus caderas volviendo a buscar
las impropias para así fomentar el seguir con el vaivén mutuo. Le siente a piel
descubierta sobre sí y se permite fantasear con el qué podría ser de no estar
en un espacio tan limitado, olvidando de ello por un instante para atrapar a
ambos en el calor de su palma y fomentar al corazón el manifestarse con mayor
rapidez. Sigue con el movimiento continua de su mano, manifestaciones
entrometidas cada cuando fuese un suspiro, el nombre del ruso o un gemido involuntario que iba a
parar a carmines impropios. Y como si imitara a Ludvik, en eso de la pérdida de
cordura o el número de vasos ingeridos, ríe por lo bajo al escuchar su nombre
de labios ajenos. Cae en la lentitud para extinguirle con los segundos, bien no
retira su mano, y en lo que demora su respuesta, pues no confía en su voz,
termina asintiendo a la cuestionante que es murmurada contra la piel de su
cuello, un escalofrío marcando su paso por la espina dorsal en eso que liberaba
su toque. ❛Quizá lo llevo planeando desde antes. ❜ le dice en vergüenza y sinceridad, risueño por la confesión de intención,
esa que había nacido entre canciones y la pista de baile. Así se une a la
risita, casi pasa por un suspiro en eso que negaba con tan poco movimiento que
no hubiese sido perceptible si no fue por el escondite del rostro ajeno en
proximidad propia.
Busca sus labios y se
acomoda en su ropa, a medio elástico y con los jeans de baja caída, lo
suficientemente arriba como para no tropezar en eso que besaba al oji azul y
guiaba la posición a una que facilitara el
cómo devolver el favor. Se cola bajo la camiseta del castaño con su
diestra, explorando la piel de su abdomen mientras impulsaba al chico a tomar
la posición que él mismo había tenido hasta ese entonces, y puede asumir el
desastre que debe de ser su apariencia para ese entonces, a labios enrojecidos
por los besos robados, de un color similar al tomado por sus mejillas ante la
temperatura de sus cuerpos, vidrios empañados y reacciones ante los movimientos
del contrario. No tarda en volver a besarle, sonriendo entre el beso para así
volver a hacerlo de manera apropiada, un camino a su mentón y en seguida a la
piel de su cuello, siguiendo el camino de lunares que ya parecía conocer de
memoria, fuese porque le trazaba con el índice como una caricia o con los
labios, como si gustase formar una nueva constelación entre estrellas y colores
purpuras. Y valora más lo hecho por el ruso cuando se encuentra él en aquella
posición, mucho más incómoda que yacer acostado en la parte trasera, bien más
cómodo que quien le saca diez centímetros de altura. Alza la prenda con su
diestra para dejar un camino de besos por su centro, sino hasta que llega a su
pelvis que re direcciona a dejar una marca desde el centro hacia su cadera.
Recuerda la palabra imprudencia, y el cómo Ludvik gustaba abusar de esta en
cuanto a describir, tan apropiada para momentos como tal, donde el francés hace
sordo a factores externos y se deja llevar nada más que por impulsos. Su pulgar
no siente seco al trazar de Ludvik, y no es sorpresa bien su palma ha
evidenciado de ellos hace un rato, ambos en la misma posición en cuanto dejar
atrás la sequedad. Le encuentra tanto con su palma como con sus labios,
procediendo con ello que basa tanto en improvisación como en recordar o seguir
las reacciones de Ludvik, inexpertos encontrando experiencia en compartir
mutuo. Está con la mente en cuarentena para evitar la razón y olvidar sentir
vergüenza, con un accionar gentil que borda lo tímido con el atrevimiento,
uniendo las dos finas líneas para crear de una que parecía marcar el camino que
seguía el francés.
#· ¨✭——— ⌜int┊émeric lefebvre.⌝ #basckctcase#nsfw #crying and blowjobs;así se describen los threads luderics del momento lmaooooooo #amo
Había aprendido a entender el silencio que se producía a veces cuando estaba con Émeric, porque bastaban las palabras escritas en tinta azul o las comisuras elevadas sigilosamente. Sin embargo, en esa situación, por más que intentaba escuchar su silencio con atención o interpretar su mirada, no lograba comprender del todo. Y, por un momento, le pareció que el francés había vuelto a ser una pieza de arte abstracto; que estaba tan lejano e intocable como hace tiempo. Por eso esperó sus palabras, así tardaran dos segundos o diez minutos más.
No es justo. No es justo. No es justo. Nada había sido justo para el francés en la última semana y eso Ludvik lo tenía muy claro, pero no se había dado cuenta de que parte de aquellas injusticias provenían de su persona, porque si Émeric lo catalogaba como injusto, entonces debía serlo. Quiso debatir sus palabras, más se limitó a dejarlo terminar, mientras observaba el golpeteo del índice ajeno sobre el mesón. Tuvo intención de tomarle la mano con la esperanza de otorgar algo de calma, pero otra vez se abstuvo. Ya no estaba seguro de si su presencia podía otorgar serenidad en ese momento. Y, junto con aquel pensamiento, vinieron el resto de palabras y la punzada en el pecho y un peso sobre los hombros; algo que no le pertenecía pero que sentía como error propio, como si hubiese cometido un montón de atrocidades que no eran reales. Había estado dando una impresión equivocada. “Émeric…” Su voz sonó baja y seria, pero no carecía de dulzura; la ternura genuina que le provocaba decir su nombre. Y pensó bien lo que quería decir, temeroso a hacer un desastre de la situación. “No sé— no sé qué decirte” comenzó a hablar, buscando el cielo parisino en el rostro contrario. “No sé qué decirte para convencerte de que no hay forma de reemplazarte…”de que eres realmente especial para mí; de que a pesar de lo joven que soy, no creo posible querer a otra persona de la misma forma en que te quiero, al menos no esta vida. No obstante, decidió acortar su discurso, pues le parecía que, de todas maneras, sus palabras no serían suficiente para otorgar credibilidad. Estaba compitiendo contra la sangre Lefébvre, alguien que representaba la principal figura masculina en dicha familia y, por mucho que Ludvik lo detestara, debía comenzar a considerar la posibilidad del corazón escapándose de sus manos. “No sé qué decir para convencerte de que eres todo y de que tu hermano está equivocado. Porque está equivocado y por eso—” se detuvo, aclaró la garganta e insistió en sostener la mirada ajena como si de ello dependiera su vida; como si necesitase del azul para respirar. “Si necesitas tiempo para pensar las cosas, para, no sé— yo voy a estar aquí esperando porque,” sus iris encontraron un camino hasta sus pies, donde se quedaron un instante y luego regresaron hasta Émeric. Sin querer había tardado más de lo que hubiese querido en articular la frase completa. Sospechaba que se trataba de la punzada en el pecho, la misma que patrocinó el descenso de su mirada hasta el piso nuevamente “porque, joder, no me crees. No me crees y no tienes idea de lo que significas para mi.”
Desde hace un par de
días la función se había vuelto tediosa, entre una posición insegura y el tener
que hacer las cosas porque el tiempo no esperaba a nadie. El azul se veía en
posición de luz, un foco industrial sobre sí en eso que buscaba hacerse más
pequeñito, bien los espectadores parecían no querer observar más allá del
muchacho de pecas y cabellos revueltos, llevar más allá la teoría y la práctica
y notar si respiraban sobre el francés con la intensidad suficiente este
llegaría a combustionar. Sentía como un animal de circo, o aquellos animales en
cautiverio que todos veían mientras el concepto felicidad se les arrancaba de
las vidas.Entre las injusticias,
tan presentes durante los últimos días, parecía ser el principal ejecutor de la
más grande de estas, arrastrando a Ludvik a una posición que de grato no
llevaba siquiera su definición. Él, junto con la inseguridad de los hechos
recientes, parecía envolver en ansiedad, el terror cayendo no solo al futuro
sino a quienes podían o no, según sus elecciones, ser parte de este. Es su
nombre lo que se hace lugar entre un bullicio a distancia de letras y bajos,
incapaz de buscar la mirada de Ludvik sin llegar a convertir las orbes propias
en cristal. Sentía patético por sus decisiones, como el salir de la cama o decidir
cantar al viento parte de sus preocupaciones, como si necesitara una segunda
opinión entre el qué debía hacer o sentir. ❛No digas nada. ❜ le dice entre frustración, con tonalidad vacía y la vibrante
desaparecida. Émeric es consciente de que Ludvik parecía jugar contra cualquier
regla, así no fue sorpresa cuando las palabras volvieron a brotar de los
impropios. Se muerde el interior del labio inferior con tanta fuerza que está
seguro de saborear lo metálico, mecanismo de escapatoria ante esas situaciones
que bien preferiría evitar, enfrentamientos suficientes como para todo un
semestre. La palabra reemplazo llega con el viento, y no ve cómo decir a Ludvik
que si bien teme a su reemplazo, la fobia va más bien al olvido. Entre dichos
populares, la gente suele desechar a las personas como residuos tóxicos, le
embolsan y etiquetan para dejarles caer al vacío mental donde van a parar los
números telefónicos y eventos poco importantes.
Juega a cargar y mover
sus el peso de su cuerpo sobre sus propios antes brazos, manos puestas al borde
del mesón en eso que finge que este no le funciona de pilar ante rodillas
temblorosas. A sus errores, termina por levantar la mirada y encontrarse con la
sinceridad representada en matices azules, Se le vuelve a confirmar lo que de
alguna forma ya sabe, cayendo en lo cobarde cuando evita el mirar y concentra
su foco tanto en sus zapatos como las cerámicas del suelo. Es más fácil, tener
que escuchar pero no observar, pues el ruso tenía esas de transmitir el alma
con un solo mirar. Y así no sentía tan culpable, por esas conclusiones que
andaba tomando entre la rabia y el lamento.
Estúpido, idiota, ridículo. Un lista sinfín que parece hacer sinónimo a su
propio nombre, porque aun cuando tiene a quien ama con el corazón trizado, no
puede hacer ni lo más mínimo y dedicarle la mínima señal. ❛Sí te creo.❜ suena similar a la manera en que un niño admite una travesura, como haber
rallado las murallas con crayones o haberse comido aquella última galleta que
juro dejar hasta luego de la comida. ❛Yo… no… en realidad
no es eso. No digas eso, sí te creo. ❜ lo admite a voz alta y
las piernas se le vuelven gelatina, muerde con más intensidad su labio y traga
saliva con dificultad. Es un nudo, lo que le aprieta la garganta y amenaza con
quebrantar su voz. ❛Sólo…❜ e intenta de nuevo, buscar silencio cuando no hay lugar para este,
posando su mirada en cordones negros en eso que esperaba que sus cabellos
hicieran sombra a su rostro, a ver si así evitaba la vergüenza de la confesión.
❛ Creí que sería más fácil
culparte a ti que a ellos.❜ …es
más fácil culparte a tique
tener que culparme a mí. Confiesa
un daño direccionado a quien no le ofrece más que amor, y si ya no se sentía lo
suficientemente idiota, ahora que le ha compartido con el receptor de sus
emociones catalizadas el sentir parece multiplicarse con cada milisegundo. De cierta
forma, acababa de admitir sus intentos por apartar al ruso sin tener que
atribuir la culpa sobre sí, escapar de la situación en vez de enfrentarla como
haría cualquier otro; enfrentar el latir inquieto ante un beso o la calma
interna proporcionada por una caricia, enfrentar a Ludvik y su ser, qué ofrecía
y reclamaba. Parecía más fácil hacer de Ludvik el villano, sellar de ellos como
un corazón roto pero asegurar tener una familia, a que quedar varado en la nada
pero con un amor. Porque habían personas que pasaban una vida entera si la
compañía de un amor, y se las habían arreglado, de una forma u otra. El sólo
hecho de ser lo suficientemente conformista como para resignarse a no amar le
hacía notar lo mísero de su existencia, la falla en su personalidad y carácter.
❛No necesito un
tiempo, yo… no quiero apartarte, no en
realidad. Tú sabes lo que siento por ti. ❜ sonríe en tristeza, con
el peso de las comisuras y el alza tímido de una mirada, yendo a buscar el
rostro de Ludvik en el tiempo que esperaba haberse perdido de una reacción. La
cuestión era que, entre su familia y Ludvik la decisión era bastante fácil; el
pánico residía más bien en el tiempo, y en si las cosas no funcionaban y se
quedaba de pie y en solitario con la espalda dada a su familia. Los Lefébvre
consistían de tres hermanos y tres mujeres que, a pesar de no ser por la
gentileza de sus corazones, habían criado de sus sobrinos hasta la decencia. No
era una familia extremadamente numerosa como los Mijáilovich, donde si uno te
daba la espalda otro cinco te sujetaría la mano. O donde una madre cariñosa
insistiría en avergonzarte con preguntas o recuerdos de infancia. Los Lefébvre
eran expectativas y el qué diría la gente, tradicionalidades y orgullo. ❛Sólo parecía la solución más fácil y… soy un idiota, lo siento. ❜ es su cuerpo el que se endereza, debatiendo entre acercarse o no al de
mayor altura, con el llanto al borde y como pronta amenaza. La realidad es que,
todo parecía ser impulsado por el miedo a la soledad. ❛Quizá—tal vez, puedo irme, si quieres. Estoy siendo un desastre, entendería
si no… Se supone que es una fiesta, no quiero arruinar… la estoy jodiendo un poco.❜
#· ¨✭——— ⌜int┊émeric lefebvre.⌝ #basckctcase #im trash byeeeeeee #im crying #ém is so fucking stupid
Le es fácil perderse en el tacto, la calidez de sus
labios y el mundo de sensaciones placenteras que estos ofrecen con su trabajo.
Caen sus parpados y encuentra la oscuridad, bien no siente en esta gracias al
ruso y todo su ser, cuestionable la definición de poder cuando Ludvik le tenía
a su merced con el poder de una simple acción. Y lo nombra culpable de todos
sus pensamientos, de que su mente careciera sentido, al punto de colapso y vacío
en el mismo punto temporal. Es Ludvik, sus labios, y el cómo Émeric vuelve a
tierra cuando su pareja reparte caricias por sobre su cadera. Se le hace
imposible mantener quieto, escapa la satisfacción en forma de gemido para más
tarde intentar anularse en un suspiro, bien hay más de un factor delator en
cuanto su contento, como el carmín en sus mejillas, el recorrido incitante de
sus yemas contra el casco impropio o el que toda su voluntad estuviese en el no
alzar de sus caderas en busca de más.
Es boquiabierto y con un pestañeo repetitivo que
encuentra la risa de Ludvik y debe luchar por no sentir vergüenza, porque el
juicio había perdido lugar en eso que la mente se volvía una nube borrosa y el francés
olvidaba que se encontraban al interior de su vehículo, en un estacionamiento
público al costado de una acera cualquiera. Y no sabe si Ludvik ríe porque
sabe, que había llevado a Émeric al punto de la despreocupación, donde la
necesidad de estar con Ludvik era mayor a la de comportar, o porque siguiendo
lo predecible pero desafiando lo estimado, el oji azul había perdido la cordura
como toda encarnación de talento y arte en tierra mundana. Pero es cosa de
segundos para encontrar el verdadero motivo, a voz del mísmisimo Ludvik, y
enterar que no es más que Ludvik siendo Ludvik. ❛ Sí, creo que eso podría
convertirse en un problema si voy con compañía. ❜ ¡y ni siquiera se le había pasado por la cabeza! Así se vuelve
cuestionante la habilidad futura a poder manejar con algo más que el recuerdo
de ambos en la parte trasera. Aparta el futuro problema para recibir los labios
de su amante, compartiendo un sonido contra sus labios ante el reconocimiento
de un nuevo sabor, y le besa con el tiempo merecido en eso que se pierde en sus
labios. Es tan poco y demasiado a la misma vez, sentir rastros de Ludvik y su
imprudencia en él al mismo tiempo en que sus labios cifran aquel código tan
propio en su relación, con besos lentos, con la profundidad de un
reconocimiento y la ternura de su amor. Y puede atribuir la intensidad de los
sentimientos al alcohol, pero tiene más que en claro que este último no tiene
nada que ver con ello, pues no era más que un factor de impulso a la necesidad
del otro. No da cuenta cuando una de sus piernas pasa a abrazar el cuerpo de
Ludvik en busca de mayor apego, atraerlo hacia si mientras explora su boca,
casi de la misma manera en que su mano es encontrada por la del castaño, y
sonríe entre el beso cuando nota cuál es la intención tras aquel guiar, cuando
sus yemas encuentran el elástico gracias al camino señalado por su par. Abre
los ojos para encontrar el azul cielo. ❛ Mmm te pasas de listo. ❜ y las
mismas palabras parecen una sonrisa, ahí, con la apariencia desordenada que
lleva el francés, sea sus ropas mal acomodadas, su cabello multidireccional o
el tono sonrojado que lleva su piel. Pero obedece a la petición, o en parte,
pues baja su mano para acariciar a Ludvik por sobre la tela, y no sabe cómo va
el tiempo entre ello y cuando escabulle su mano al interior de esta, trazando
círculo sobre su extremo para soltar un suspiro pesado. ❛ Lud, te nececito. ❜
y parece una súplica que muy bien sabe que no puede ser respondida, y
siente estúpido, porque ha sido muy vocal y casi se siente demasiado, como para
sentir vergüenza y agachar la cabeza, bien lo único que termina por hacer es
cerrar los ojos. Y es por primera vez luego de un largo rato al olvido, que
agradece y maldice al alcohol al mismo tiempo, por darle el valor y por hacerlo
hacer fonético un pensamiento que veía tan privado. Ríe por lo bajo, y es
notorio que es vergüenza, pero las palabras parecen no querer dejar de salir. ❛
Déjame devolverte el favor. ❜ la referencia es clara al acto imprudente del
ruso, y jugando a ser valiente vuelve a abrir sus ojos para observar una
respuesta.
#· ¨✭——— ⌜int┊émeric lefebvre.⌝ #basckctcase #me meti al indie solo a responder esto #trash
Ludvik había repasado los hechos mentalmente, mientras perseguía a Émeric hasta la cocina. Se había dado cuenta de que algo sucedía, por supuesto. Y, teniendo en cuenta los sucesos del último tiempo, no podía evitar que se encendiera una alarma en señal de preocupación. Había comenzado compartiendo una conversación junto al francés y a una amiga de Ares; hablando sobre cotidianeidades que de repente tomaron una dirección diferente. Ni siquiera recordaba cómo es que había terminado comentando cosas sobre arte, tópico que a la muchacha parecía interesar o tal vez sólo fingía para no ser descortés, quién sabe. El asunto es que aquello era una excusa perfecta para hacer hablar al ruso y acaparar parte de su atención, y éste no llegaba a comprender cómo es que una conversación acerca de las mujeres de Kooning podía ser considerada como coquetería. ¿Su tono de voz era el culpable? ¿Su mirada risueña? ¿Las comisuras que se elevaban de forma genuina al discutir un tema de su interés? No estaba seguro de a qué se debía, pero no era la primera vez que los demás confundían su personalidad burbujeante con unas inexistentes ganas de coquetear.
“Nadie está coqueteando con nadie” había dicho con calma cuando estuvo junto a Émeric en la cocina. Se quedó apoyado en la puerta, observando las acciones del muchacho y guardando silencio en espera de sus palabras; de que dijera todo lo que quería decir (incluso cuando sabía que no iba a hacerlo). Por eso no lo interrumpió cuando comenzó a decir que estaba bien si quería flirtear con la muchacha y ponía la excusa de que era linda. Y casi se vio cerrando los ojos en un accionar con barniz divertido, porque en ningún momento tuvo el afán de conseguir más que una conversación interesante. Sin embargo, luego vinieron esas cuatro palabras que le dejaron un poco congelado, necesitando casi un minuto para sopesar que en realidad habían salido de la boca de Émeric. No podía ser cierto. No podía ser verdad que el francés creyera que, después de todo el tiempo compartido; los besos las caricias, las conversaciones y las sonrisas, hubiera un simple nada como definición entre ellos. No era posible que fuesen nada si habían correspondido cada te amo de la forma más tierna. Ludvik se rehusaba a creerlo y decidió justificar las palabras ajenas con los sucesos de la última semana; con el estar dolido. Y, por supuesto, no lo juzgaba por ello; no lo culpaba por si en algún momento terminaba desquitando los malos sentimientos con él. Lo comprendía y había decidido lidiar con cualquier actitud de Émeric, ya fuese algo bueno o terminara sintiendo el alfiler en el corazón. “Nada” repitió en voz bajita, como si temiera que pudiese ser un hecho. Se encaminó hasta el lado del chico de las pecas para intentar buscar su mirada. Sospechaba que su semblante podía reflejar parte de la incómoda sensación que aquella frase le había dejado en el pecho, pero no le dio mucha importancia. “No piensas eso en realidad ¿verdad?” Sus iris se mantuvieron enfocados en el francés con un ímpetu casi desesperado. “No crees que, después de todo, somos sólo eso ¿cierto? ¿Nada?”
Espinas y malezas bien ubicadas por pasillos mentales, aquellos decorados
con una idea de diseño bien pensado, calculada con la precisión exacta de hacer
que cualquier travesía del destino fuese a parecer una señal de la verdad como
compuesto. Existe la posibilidad, de que Émeric acabara de liarla, con palabras
etílicas y el clima de un invierno en despedida atrapado en la yema de sus
dedos, congelados al tacto del hielo y el olvido de sus falanges en eso que
encuentra mayor interés en la reacción del de ojos cielo. Y a esas alturas, el
corazón del muchachito de pecas se componía de grietas mal parchadas y la
promesa de estos últimos en aguantar. Tanto el francés como su respuesta
manifiestan en un desastre silencioso, ese donde las paletas presionan el labio
inferior y el cerebro envía la señal de evitar alzar la vista. Y es la manera
en que Ludvik pronuncia el nada lo que le hace notar la falta de respeto que
era el acudir de tal para describir lo que eran, fuese lo que fuese y por más
que no le entendiera del todo. ❛ No, yo—no. No lo sé.❜ a Émeric le parecía que un todo sería más apropiado, porque Ludvik
Mijáilovich tenía todo que ver con el hecho de seguir siendo persona y no un
ente escondido en cuatro paredes, con el pecho desgarrado y las sabanas como
único escudo.
❛ No me hagas esto, no es justo ¿sí? ❜ sentía atrapado cual venado frente las luces, porque
por más que Émeric sintiese que el alma se le desprendía del cuerpo, seguía
teniendo la responsabilidad de enlazar decisiones y respuestas. Su índice
golpetea contra el mesón, señal de ansiedad que no logra disimular ni cuando le
ganan los impulsos y su mirada encuentra la de Ludvik. ❛ No puedes hacer esto. Confundirme. Hacerme pensar en qué somos cuando… ❜ corre de esta y deja hablar aquella parte de sí que sólo cobra valentía
en los tragos que había consumido en eso que su voz se apagaba en una
conversación que ya no le requería. ❛ Eres
todo ¿Sí? Pero no puedo hablar por ti,
así que simplemente no lo sé. Porque un momento creo que sí, y luego me doy
cuenta que se me puede reemplazar con facilidad y… y... me siento como la mierda.❜ y no es un reclamo, pero cae al silencio y deja que este llene de todos
los espacios dejados en blanco. Si sentía ridículo al momento en que Ludvik le
atrapó el paso, ahora sentía al menos cien veces peor, recargándose contra el
mesón a sus espaldas y sin quitar la mirada del suelo. Y aunque no le había
dicho, estaba escrito en el silencio. Parecía inclusive divertido que en la
inseguridad construida para el francés, bastara de una interacción con sonrisas
de sobra e intenciones caóticas por parte de una tercera para comenzar a sentir
el piso sacudir ante las menciones que su hermano mayor pudo hacer hace unas
semanas. ❛ Me haces creer que él tenía razón. Y no me enojaré si le tiene,
pero necesito saber. No eres tú el que se está arriesgando aquí.❜
#· ¨✭——— ⌜int┊émeric lefebvre.⌝ #basckctcase #*meme de lucho jara* #wna no podi onda??? terminar un thread??? antes de empezar otro??? #filo eri una paja
Émeric llevaba una semana viviendo bajo la
definición de patético, concepto que él mismo había encontrado apropiado para
describir su situación actual. Su familia no le hablaba, se encontraba viviendo
en un hotel (cinco estrellas, pero hotel en sí) y probablemente ya debía de
haber colapsado el celular a Odette entre tanto mensaje que le dejaba. Ni
hablar de que sus noches parecían moverse de un ataque de ansiedad a otro y
sucesivo. No es como si Ludvik no le hubiese ofrecido en más de una ocasión el
quedarse con él, pero entre Émeric y su vergüenza, luego de la tercera noche en
el hogar de los Mijáilovich encontró imposible el no sentirse como un intruso.
Y puede que, en ocasiones, se sintiera como una especie de carga, como aquel huésped
al que no puedes decir que no porque está pasando por una situación de mierda y
no quieres jugar a ser el villano del cuento. ❛ No, no. Sí, lo sé. ❜ intenta arreglar sus palabras, en ello que finge
buscar hielo y no sentir presión al pecho.
Había parecido buena idea, dejarse caer a casa de
Ludvik en lo que fue descrito como una reunión pero resultó ser botellas de
alcohol, música saturada y una buena cantidad de gente. Un distractor, y entendía la invitación, esa que resultó hasta
que más comenzaron a sumarse. Por un momento, se encontraba en una conversación
diseñada a risas junto con el menor de los Mijáilovich, y al siguiente era más
bien extra a tal, observando desde un costado como cierta chica no dejaba de
aletear sus pestañas y tocar la rodilla del muchachito de los lunares de manera
coqueta cada vez que este decía algo digno de carcajadas. Así las risas dejaron
de ser propias, y sus labios fueron a parar más a la botella sujetada a su
zurda a que hacer esfuerzo a ser parte de ello. Contestaba a frases cortas a lo
que terceros comentaban de por medio, y si bien su atención iba más a las respuestas
que daba Ludvik a la chica y el intentar descifrar si solo trataba del carisma
característico de este o algo más, no podía dejar de pensar en la situación
como una incómoda. Eran las palabras del mayor de los Lefébvre las que pesaban
en ese momento, y se sentía tan inseguro que creía disminuir en tamaño con cada
segundo que pasaba. Y hubiese preferido quedarse acostado, con servicio a la habitación
y redactando otro mensaje a Odette como si no le hubiese ignorado los últimos.
O bueno, no ignorado, porque ni siquiera el ticket azul era presente en estos,
así que existía la posibilidad de que esta no tuviera señal y ya estaba. Así
que es el primero en ser voluntario cuando se comenta la falta de hielo, y sale
cual atleta en un escape a la cocina, tomando su tiempo hasta que la soledad es
pasado y un comentario nacido de recalcados de Alexander. ¿Qué paso?¿Te aburriste del
coqueteo?❛ Ni lo parecía. No es como si… ❜ y necesita parar, necesita salir de allí, pero está
medio ebrio y se reúsa a parecer aún más patético. Y maldice no poder dejar
de pensar en las palabras de su hermano, y en como Émeric es un juego estratégico
cual no tiene lugar al amor. Vuelve a caer en la teoría del ser un peón, siente
la punzada al pecho y retoma eso de sacar el hielo. ❛ Digo, está bien si… si lo estabas. Yo—ella parece… linda. ❜ concluye, interrumpido por el sonido de la puerta del frigorífico cerrando
a su frente y la bolsa de hielo siendo dejada sobre el mesón. ❛ Y no somos nada. ❜ parece un resentido, entre una risa falsa y el
resoplido. Entre estar hecho pedasos por dentro y verse concreto por fuera. ❛ Así que, no importa. ❜
- ̗̀ @basckctcasé̖-
#· ¨✭——— ⌜int┊émeric lefebvre.⌝ #basckctcase #si creias que me habia olvidado de este angst bitch i didn't #!!!!!!!!!!!
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